sábado, 1 de noviembre de 2008

The Women


Cuando acudí a mi última cita con la gran pantalla, lo hice con la esperanza de poder realizar al menos una crítica de satisfacción. Ahora comprendo que no es este mi mes de los estrenos. La última creación hollywoodiense, que ha resultado ser una homónima de Sexo en Nueva York, lo corrobora. Al menos, ésta simplemente me ha resultado cansina, mientras que aquella tendía más a lo vomitivo.


El elenco de actrices es cuanto menos pintoresco. Se ha dicho que juntar a Meg Ryan con Eva Mendes y Annette Benning prometía como mínimo un resultado interesante. Yo no lo creo así. Porque ¿desde hace cuánto la inconfundible Miss Ryan no aporta una película un poco decente a la industria cinematográfica? Pero ¿es que alguna vez aportó una interpretación interesante? Mi opinión sigue la tendencia de los que piensan que el éxito de la actriz residió en su belleza natural de antaño junto a películas atrayentes para el espectador, en las que tuvo la suerte de caer. Sus ademanes son de lleno conocidos; ya sea en un drama como en una comedia romántica, siempre parecerá estar viendo a la misma persona pasar por diferentes experiencias. En este caso, convertida en Mary Heines, Meg atravesará una dolorosa infidelidad marital apoyada por sus amigas.
Los cuernos, que siempre han sido un buen recurso para impulsar argumentos, se diluyen ahora en una sustancia etérea. Los minutos transcurren tediosos sin aportar nuevos incentivos a la audiencia que le permitan continuar enganchada al relato. Así, las escenas se suceden sin un guión elaborado que las justifique. No obstante, como la vida misma tampoco sigue intrincados esquemas sino que se compone de retales de momentos, se podría perdonar la holgazanería estratégica de la guionista y directora Diane English, en favor de otros aspectos. ¿Qué matices se aprecian, pues, en el entramado? Básicamente las compras y las sesiones de manicura rellenan el insípido largometraje. Figuras secundarias que, desarrolladas podrían haber aportado al argumento mayor riqueza, se desatienden demasiado pronto. Es el caso de la hija adolescente cuyos problemas incipientes se dejan intuir en una breve toma, sin continuidad ninguna. Al final, el espectador debe conformarse con una sarta de tópicos, disfrazados de autoafirmación feminista, muy poco aprovechables.

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