Desde aquel horroroso acontecimiento no dejan de acosarnos con los miles de dramas particulares derivados de la tragedia. Se visitan los entornos de las víctimas y se plantan micros debajo de las narices de familiares, amigos, vecinos, conocidos... todo aquel al que se le pueda sacar alguna palabra afectada. Alimentan nuestra conmoción de anécdotas desoladoras. Sin embargo, a partir de ahora yo no puedo más que insensibilizarme. Llega un momento en que cada uno debe mantener su propio duelo personal.
El día del accidente me impactó profundamente y lloré viendo la tele. Ahora preferiría no dejarme embotar de drama morboso, gratuito y mediático. No es sano que manejen tu dolor.